El texto más bonito del mundo.
viernes, 15 de febrero de 2013
Erase un vez un escritor, que quiso escribir el texto más bonito del mundo. Un texto que, al ser leído, fuese capaz de extraer la bondad en el arrogante, la generosidad en el avaricioso, la honestidad en el embustero y... sobre todo, el amor en el indiferente... Su texto sería leído en cada casa, en cada esquina, en cada plaza o en cada parque. Se leería en periódicos y se escucharía en radios, y los muros de las ciudades aparecerían colmados de afiches con sus palabras. La gente comenzaría a leerlo por la simple llamada de la curiosidad y el morbo, pero poco a poco sus originales garabatos mezclados acabarían tomando sentido en la mente del lector, y poco a poco, como un virus, se instalaría en su corazón para que este y únicamente este, fuese capaz de repartirlo por todo el organismo.
Entonces la sensibilidad y la humildad crecerían en cada cuerpo cual enredadera, y aprenderíamos, como las plantas, a transformar todo nuestro CO2 acumulado en oxígeno, en definitiva.. aprenderíamos a respirar..
Y así lo hizo, y las ciudades se inundaron de cuartillas, y la gente acudía en masa para intentar no quedarse sin alguna de ellas. Algunos incluso, en su afán de que ese texto les pudiese cambiar la vida, se llevaban 3 o 4 cuartillas con el mismo texto, dejando a otros sin la posibilidad de tan siquiera leerlo..
Así que pasaron los días y las semanas, y la verdad es que nadie notó el cambio. Su texto no había funcionado.. El escritor, incrédulo, salió a pasear pensando que podría haber pasado. Se sentó en un banco apesadumbrado por su fracaso cuando, de repente, una joven de cabellos cobrizos se sentó a su lado.
- Disculpe buen hombre, ¿qué le ocurre? Parece usted decepcionado..
- Es inevitable muchachita, soy el autor del texto que todos ignoraron, y en esa tinta se escondía mi último gramo de esperanza en el despertar de la raza humana.. Desgraciadamente, fracasé..
- ¿Usted es el autor de ese texto que ha inundado la ciudad? Pues déjeme decirle una cosa. Usted no ha fracasado, simplemente ha cometido un grave error. Y es que para que un texto pueda ser realmente valorado, debe estar siempre firmado por su autor..
Desde entonces, muchos decidieron firmar su cuartilla y entregársela a la persona que creían adecuada.. En la cuartilla solo ponía: "Te quiero."
Un sentimiento.. que me obliga a seguir.
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¿Yo? Estoy loca.
He tenido la felicidad, y no la he sabido valorar~
¿Mi sonrisa? Fingida.
Soy de esas personas que suelen sonreír diariamente.. Pero, me falla que mi sonrisa es falsa, que la tengo por ellos, por los que necesitan que yo sonría para ellos sonreír. Suelo estar enfadada con el mundo entero por mis problemas, problemas que nadie sabe, enfados con el mundo de los que nadie nunca se dan cuenta.. Me siento sola, más que nadie en este instante, y sé que alguien habrá que se sienta como yo, que rodeado de gente se sienta solo, que quiera llorar, y dejarse de tonterías de fingir sonrisas.
Estoy enamorada.
Estoy enamorada de una persona que ni siquiera sabe mi nombre, que no sabe de mi existencia, pero tranqui, me lo tomo con calma, estoy acostumbrado ha ser invisible para las personas, y no te preocupes.. Que duele, sí, más que a nada en este mundo duele el querer y no ser querido, pero no te preocupes, que también estoy acostumbrada. Me intento fijar en otra gente, en otros chicos, no sé.. Alguien que tal vez esté a mi alcance, pero es misión imposible. En mis 16 años de vida me he enamorado una vez, y lo veo hasta como mucho, yo solo sé que esta Canaria te quiere a ti, aunque tú no sepas de ella.
El texto más bonito del mundo.
viernes, 15 de febrero de 2013 « 5:11 »
Erase un vez un escritor, que quiso escribir el texto más bonito del mundo. Un texto que, al ser leído, fuese capaz de extraer la bondad en el arrogante, la generosidad en el avaricioso, la honestidad en el embustero y... sobre todo, el amor en el indiferente... Su texto sería leído en cada casa, en cada esquina, en cada plaza o en cada parque. Se leería en periódicos y se escucharía en radios, y los muros de las ciudades aparecerían colmados de afiches con sus palabras. La gente comenzaría a leerlo por la simple llamada de la curiosidad y el morbo, pero poco a poco sus originales garabatos mezclados acabarían tomando sentido en la mente del lector, y poco a poco, como un virus, se instalaría en su corazón para que este y únicamente este, fuese capaz de repartirlo por todo el organismo.
Entonces la sensibilidad y la humildad crecerían en cada cuerpo cual enredadera, y aprenderíamos, como las plantas, a transformar todo nuestro CO2 acumulado en oxígeno, en definitiva.. aprenderíamos a respirar..
Y así lo hizo, y las ciudades se inundaron de cuartillas, y la gente acudía en masa para intentar no quedarse sin alguna de ellas. Algunos incluso, en su afán de que ese texto les pudiese cambiar la vida, se llevaban 3 o 4 cuartillas con el mismo texto, dejando a otros sin la posibilidad de tan siquiera leerlo..
Así que pasaron los días y las semanas, y la verdad es que nadie notó el cambio. Su texto no había funcionado.. El escritor, incrédulo, salió a pasear pensando que podría haber pasado. Se sentó en un banco apesadumbrado por su fracaso cuando, de repente, una joven de cabellos cobrizos se sentó a su lado.
- Disculpe buen hombre, ¿qué le ocurre? Parece usted decepcionado..
- Es inevitable muchachita, soy el autor del texto que todos ignoraron, y en esa tinta se escondía mi último gramo de esperanza en el despertar de la raza humana.. Desgraciadamente, fracasé..
- ¿Usted es el autor de ese texto que ha inundado la ciudad? Pues déjeme decirle una cosa. Usted no ha fracasado, simplemente ha cometido un grave error. Y es que para que un texto pueda ser realmente valorado, debe estar siempre firmado por su autor..
Desde entonces, muchos decidieron firmar su cuartilla y entregársela a la persona que creían adecuada.. En la cuartilla solo ponía: "Te quiero."
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